HISTORIA GEOLÓGICA DEL VALLE DEL NAJERILLA
Texto y fotos: Jesús Serradilla
(Los esquemas de la distribución de los continentes están tomados de la referencia bibliográfica número 4)
Las rocas no son sólo materiales de construcción o elementos del paisaje. Son también como las páginas de un libro en las que está escrita la historia geológica de nuestro querido planeta Tierra. Una historia que, cuando sabemos leerlas, nos deja pasmados. Es verdad que nos faltan la mayoría de las hojas y que muchas de las que tenemos son poco legibles y cuesta descifrarlas, pero aún así se trata de una historia increíble que se remonta casi a la formación de nuestro planeta (4.500 M.a.). Las rocas del valle del río Najerilla no son tan antiguas pero, no por eso, lo que nos dicen es menos interesante.
Hace unos 1.000 M.a., en lo que los geólogos llaman el Neoproterozoico, existió un único supercontinente llamado Rodinia situado cerca del polo sur. Su rotura fue bastante parsimoniosa y mientras lo hacía tuvo lugar el periodo más frío del planeta (una glaciación generalizada que posiblemente dejó más del 90 % de la superficie terrestre cubierta de hielo). De ese gran supercontinente se separaba hacia el noroeste Laurentia (lo que actualmente es Norteamérica, Groenlandia, Escocia e Irlanda), hacia el nordeste derivaba Báltica (más o menos gran parte del norte de Europa) y hacia el sur Gondwana. Este continente austral también sufría procesos de rifting (fractura continental) y al separarse uno de esos fragmentos, la placa de Avalonia, se formó el Océano Rheico.
De finales del Precámbrico (635-540 M.a.) se conservan los fósiles de los primeros seres vivos pluricelulares que poblaron la Tierra, unos animales similares a gusanos planos que vivieron enterrados en los sedimentos de los fondos marinos (la biota de Ediacara, en Australia).
Formación “Esquistos de Anguiano” del Precámbrico
Tras la retirada de los hielos, en el mar se produjo una impresionante explosión de vida que marca el comienzo del Paleozoico. Los animales que vivieron en el Cámbrico (primer periodo del Paleozoico, 540 M.a.) ya nos resultan familiares porque eran diferentes especies de esponjas, celentéreos (medusas y corales), anélidos, equinodermos, moluscos (caracoles, pulpos), artrópodos (crustáceos, trilobites) y graptolitos. Los trilobites eran artrópodos con el cuerpo dividido en tres lóbulos que se desplazaban reptando por el fondo del mar. Sus rastros o huellas (icnitas) también se han conservado y reciben el nombre de cruzianas. Los graptolitos eran organismos bentónicos y planctónicos y, además, coloniales. Hay que imaginarlos como una especie de filamento con dientes de sierra y con diferentes ramificaciones, unido a alguna estructura del fondo marino, a algas por ejemplo, o flotando en la superficie del mar. Cada diente (teca) correspondía a un individuo de la colonia (zooide).
Detalle de las crucianas que aparecían en la carretera a Salas, cerca de la venta de Goyo, antes de las obras de ampliación de la misma. Es una pena que ya no estén allí.
La mayor parte de lo que ahora es la península Ibérica estaba sumergida, precisamente, bajo las aguas del mencionado océano Rheico. Formaba parte de una muy extensa y poco profunda plataforma continental, próxima a la costa N de Gondwana, a la que llegaban los limos, arenas y gravas que transportaban los ríos desde los relieves del sur, el cratón del Oeste de África (los viejos materiales neoproterozoicos de Rodinia). Y así siguió también durante el Ordovícico (485-460 M.a.), un periodo geológico que contó con su propia glaciación consecuencia de la deriva de Gondwana hacia el polo sur (los geólogos lo saben porque han encontrado bloques erráticos entre los sedimentos de origen marino de este periodo, atribuibles al transporte de los mismos en icebergs y por una extinción en masa de especies marinas, entre ellas la mayoría de las de graptolitos existentes hasta ese momento). En estos mares ordovícicos aparecieron los primeros vertebrados, los agnados (peces sin mandíbulas) de los que surgieron también el resto de peces.
Las condiciones de sedimentación en estos periodos (desde finales del Precámbrico hasta el Ordovícico) fueron bastante uniformes, lo que se ha traducido en una potente y monótona serie de estratos paleozoicos que afloran a lo largo del valle del Najerilla. Las rocas que los forman son detríticas (areniscas y conglomerados), carbonatadas (dolomías) y otras con cierto grado de metamorfismo (pizarras y cuarcitas).
Detalle de los conglomerados del Cámbrico en Anguiano
Esta vasta cuenca de sedimentación dejó de funcionar como tal en el Carbonífero (360 M.a.) cuando comienza la orogenia Hercínica o Varisca: se cierra el océano Rheico y Gondwana colisiona con Laurussia (un continente formado el el Silúrico por la colisión de Laurentia, Baltica y Avalonia) levantándose una imponente cadena montañosa similar al Himalaya (desde Mauritania hasta los Urales, con vestigios también en los Apalaches y Gran Bretaña), de la que también formó parte la Sierra de la Demanda. La cordillera u orógeno Hercínico o Varisco permaneció elevado unos 30 millones de años en el último supercontinente conocido, Pangea, hasta que finalmente los procesos erosivos lo dejaron completamente arrasado y convertido en una inmensa llanura.
Todos aquellos sedimentos depositados en los mares paleozoicos, transformados después en rocas sedimentarias por diagénesis, se plegaron y elevaron ante el empuje de las placas que colisionaban para pasar a formar parte de la joven cordillera Hercínica o Varisca. Algunos de los pliegues hercínicos que podemos localizar en el valle del Najerilla son el anticlinal de Anguiano y el más espectacular, el sinclinal del Najerilla. Este es un pliegue con rumbo E-O, con los materiales ordovícicos (más modernos) en su núcleo y por el que discurren, y a la vez cortan, la carretera a Salas y el río Najerilla.
Detalle del flanco norte del sinclinal del Najerilla en el cruce de Valvanera. Los estratos están buzando (inclinados o mirando) al sur.
La orogenia hercínica termina en el Pérmico (299-252 M.a.). En este periodo geológico Pangea está derivando hacia en norte e Iberia cruza el ecuador. El clima global se hace más cálido al terminar una glaciación que duraba ya 100 M.a. (desde el Devónico). También es el periodo en el que hacen su aparición en la Tierra los primeros vertebrados adaptados plenamente al medio terrestre, los reptiles, gracias al invento evolutivo del huevo amniótico que protege de la desecación al embrión. Los relieves hercínicos siguen erosionándose y aportando las gravas, arenas y limos que darán lugar a los conglomerados, areniscas y arcillas rojas permotriásicas en unas condiciones de extrema continentalidad. El final del Paleozoico viene marcado por la mayor extinción biológica que ha experimentado la biosfera, sobre todo en el mar (desaparecieron el 95 % de todas las especies marinas). Los geólogos lo achacan a un intenso efecto invernadero propiciado por la emisión de ingentes volúmenes de CO2 de origen volcánico a la atmósfera, aunque hay otros que hablan del impacto de un cometa.
El final del Pérmico y el principio de la era Mesozoica (252 M.a.- 66 M.a.) marcan el comienzo de la fractura de Pangea, donde, tras millones de años de intensa erosión, nuestra supercordillera varisca estaba prácticamente arrasada. Tenemos que volver a imaginarnos las inmensas llanuras (todo el continente europeo, Norteamérica y gran parte de África) surcadas por grandes ríos de cauces entrelazados, en unas condiciones climáticas muy áridas o semiáridas de finales del Pérmico. La parte emergida de Iberia (el denominado Macizo Ibérico) a comienzos del Triásico (252 M.a.) era también un relieve muy desgastado. La sedimentación era claramente continental con gravas y arenas en los cauces de los ríos y limos en sus llanuras de inundación. Los conglomerados, areniscas y arcillas del Triásico inferior a los que dieron lugar tienen, además, un característico color rojo por la presencia de hierro en su forma oxidada (la llamada facies Buntsandstein), indicativo de la sedimentación en esos ambientes semidesérticos. Es el mismo color de las casas y la iglesia de Viniegra de Abajo en las que se han empleado las areniscas del Bunt como material de construcción.
Conglomerados de color rojo del Bunt en el pico de La Rioja
La tectónica distensiva que estaba posibilitando la apertura del océano Atlántico originó un cambio en las condiciones de sedimentación al provocar una transgresión marina (el mar invade el continente). Las dolomías y margas de la facies Muschellkalk fueron el resultado de esa transgresión que tuvo lugar en el Triásico medio (247 M.a.). En ese mar somero de clima árido que cubría una extensa plataforma continental se depositó el carbonato que dio lugar a las rocas sedimentarias carbonatadas ricas en magnesio (dolomías). Cuando precipita el carbonato a la vez que se produce la sedimentación de limos, las rocas sedimentarias que se originan tras la diagénesis son las margas.
Contacto entre las Facies Buntsanstein y Muschelkalk. Viniegra de Abajo
En el Triásico Superior (237 M.a.) el mar se retiró de las zonas emergidas (regresión marina) y la sedimentación tuvo lugar entonces en unas llanuras fangosas y marismas salobres donde se producía una intensa evaporación porque el clima seguía siendo muy árido. El depósito de limos y la formación de evaporitas dieron lugar, respectivamente, a las arcillas (rojas por el hierro oxidado) y a los yesos de la facies Keuper. Sería un ambiente parecido a las actuales sebkhas del norte de África. Estos yesos son los que se explotan ahora en las canteras de Viguera, por ejemplo.
En este contexto distensivo del que venimos hablando, tuvo lugar, además, el ascenso de magmas basálticos a favor de fracturas de alcance cortical. Éstos no llegaron a la superficie y quedaron emplazados entre los niveles arcillosos y evaporíticos del Keuper en forma de sills. Este es el origen, por ejemplo, de las ofitas que se explotan en S. Felices, en Haro. Las arcillas y yesos, menos densos, afloran en forma de diapiros salinos entre las rocas más densas posteriores y son el origen de antiguas explotaciones salinas en el interior peninsular como las cercanas de Salinas de Añana en Álava.
El comienzo del Jurásico (200 M.a.) se hizo en unas condiciones transgresivas generalizadas que se mantuvieron durante todo el periodo geológico. El mar avanzó de Este a Oeste y finalmente toda La Demanda y Cameros quedaron debajo de las aguas de este mar cálido y somero. En estas condiciones sedimentarias, en el Jurásico Inferior, se formaron evaporitas (sales) y sedimentos carbonatados de calcio y magnesio que se mezclaron con ellas. Estos depósitos dieron lugar a unas dolomías rojas y anaranjadas que contenían cristales de yeso. Cuando estas rocas afloraron (salieron a la superficie), el yeso se disolvió y quedaron sus huecos, que a veces se colapsaron y han dado un aspecto caótico a la roca. Por su color carne han recibido el nombre de carniolas.
Detalle de una carniola en un muro de Viniegra de Abajo
Los mares jurásicos eran un hervidero de vida como lo atestiguan los numerosos fósiles que se pueden encontrar en las calizas jurásicas. En Anguiano, al lado de la iglesia o en las utilizadas en la construcción de casas y muros, podemos ver ammonites, belemnites, braquiópodos y bivalvos. Ammonites y belemnites eran cefalópodos marinos semejantes a los calamares actuales. Los primeros tenían una concha enrollada en espiral de la que sobresalía la cabeza y los tentáculos, los segundos presentaban una concha interna como la pluma de las sepias actuales (es la que fosiliza y tiene una forma de bala alargada). Los braquiópodos eran invertebrados marinos sésiles (vivían fijos al sustrato) con una concha dividida en dos valvas asimétricas (la más grande presenta el punto de unión con el pie que los sujetaba al fondo del mar). Los bivalvos, moluscos también, presentan dos valvas pero no son sésiles. El enorme desarrollo de los organismos planctónicos posibilitó una gran acumulación de materia orgánica en los fondos marinos que en muchos lugares fue el origen del petróleo y gas que explotamos actualmente.
Detalle del molde externo de un ammonites colocado en la pared de una casa de Anguiano
El mar somero de comienzos del Jurásico fue haciéndose más profundo y llegó a establecerse una conexión entre las cuencas sedimentarias del norte (Vasco-Cantábrica y Surpirenaica) y las del Neotethys (Ibérica y Bética) a través del llamado estrecho de Soria, lo que propició la mezcla de fauna marina entre las mismas. Por el sur, el mar del Neotethys siguió abriéndose, separando Laurasia de Gondwana, y el rift progresando hacia el oeste abriendo la zona central del Atlántico. Al final del Jurásico, con la placa Ibérica entre dos brazos de mar, se formaron arrecifes de coral en el estrecho de Soria porque resultaba ser un mar tropical (30º latitud N) y somero como el Caribe actual. Para terminar no nos podemos olvidar que aves y mamíferos hicieron su aparición en la Tierra durante este periodo geológico.
Durante el Cretácico (145-66 M.a.) siguió la apertura del océano Atlántico y se abrieron también las cuencas de Cameros, Bilbao y el Golfo de Vizcaya, aunque finalmente sólo esta última terminó siendo un verdadero océano. La Cuenca de Cameros, una cuenca intraplaca no muy profunda, llegó a acumular 8 km de sedimentos. Durante 40 M.a. (Cretácico Inferior) en unas condiciones de regresión marina, esta cuenca pasó por tres etapas de influencia fluvial y dos de influencia lacustre en las que se depositaron las gravas, arenas, arcillas y calizas que posteriormente darían lugar a los cinco grupos sedimentarios que forman la Sierra de Cameros: Tera, Oncala, Urbión, Enciso y Oliván.
Las rocas cretácicas son muy escasas en el valle del Najerilla, aunque podemos verlas en Villavelayo y Canales de la Sierra, donde afloran 3 de los 5 grupos definidos en los valles cameranos. Son el grupo Tera, Oncala y Urbión. Estas areniscas y conglomerados (diferentes de las comentadas rojas del Triásico y más modernas), están formadas por clastos de cuarzo (un mineral muy duro que forma la arena de las playas y muy abundante en numerosas rocas plutónicas como los granitos) y por una matriz o cemento de sílice (también muy resistente y prácticamente insoluble). Su origen hay que buscarlo en la sedimentación en el lecho de un amplio río que nacía en lo que ahora es el Sistema Central y desembocaba en un mar cuya línea de costa se situaba al sur del actual Bilbao. El cuarzo que arrastraba el agua procedía de la meteorización por hidrólisis de los granitos paleozoicos que formaban esas montañas de la placa Ibérica. Los conglomerados del grupo Urbión forman el cresterío del pico Urbión.
Cresterío del pico Urbión
En el Cretácico superior tuvo lugar la mayor transgresión marina de la historia del planeta. En esos mares cretácicos se acumularon importantes depósitos planctónicos que darían nuevos yacimientos de hidrocarburos, mientras que en los continentes, con los dinosaurios en su máximo apogeo, los bosques de gimnospermas eran dominantes y hacían su aparición las angiospermas. Muchos yacimientos de carbón proceden de este periodo geológico.
El famoso impacto de un meteorito de unos 10 km de diámetro en la plataforma continental atlántica de Sudamérica que originó un cráter de 180 km de diámetro en la actual península del Yucatán (México) y provocó la extinción de los dinosaurios y otras formas de vida como los ammonites y belemnites, marca el inicio del Cenozoico, hace 66 M.a. En los 10 primeros M.a. de esta era geológica comienza la diversificación de aves y mamíferos, una radiación adaptativa que les lleva a ocupar todos los nichos que había dejado libres la extinción de los dinosaurios. Lo mismo ocurre con las angiospermas que comenzarán a dominar todos los ecosistemas terrestres. El acontecimiento geológico más relevante fue la formación de las cadenas Alpinas: la placa de la India que había comenzado su deriva hacia el N en el Cretácico colisionó contra Asia a mediados del Eoceno (45 M.a.) y levantó el Himalaya; la placa Ibérica continuó su deriva hacia el este, que comenzó en el Cretácico empujada por la apertura del Atlántico, y el giro en sentido contrario a las agujas del reloj por la apertura del golfo de Vizcaya. África derivó hacia el N y provocó el choque de la placa Ibérica contra el Sur de Francia que levantó los Pirineos, amén de aprisionar la placa de Alborán contra la Ibérica que levantó las Béticas. La erosión de los nuevos relieves rellenó de sedimentos las zonas que quedaron deprimidas, formándose así los depósitos del Terciario, horizontales y discordantes sobre los anteriores.
Esta compresión oligo-miocena reactivó los pliegues hercínicos de los que ya hemos hablado, plegó los sedimentos mesozoicos (sinclinal de Villavelayo por ejemplo) y elevó también La Demanda y Cameros a favor de sendas fallas inversas: los cabalgamientos de La Demanda y Cameros, respectivamente. Por sondeos y perfiles sísmicos se sospecha que ambos se unen en profundidad haciendo desaparecer la lámina mesozoica. En el valle del Najerilla podemos ver las espectaculares consecuencias de los mismos: los materiales paleozoicos, más antiguos, se han desplazado 25 km hacia el norte y afloran, sobre los estratos mesozoicos, verticales o muy plegados (cerro Peñalba, en Tobía), y éstos, a su vez, se disponen sobre los depósitos terciarios. Por su parte, las rocas que afloran en la Sierra de Cantabria y los Montes Obarenes también se desplazaron 15 km hacia el sur por encima del llamado cabalgamiento surpirenaico. Es interesante destacar que el basamento o zócalo paleozoico se comportó de forma diferente a los sedimentos mesozoicos que lo recubrían. Mientras el zócalo, junto a los materiales de las facies Buntsandstein y Muschelkalk, se fracturaron y se movieron a favor de esos cabalgamientos, los niveles evaporíticos y arcillosos del Keuper actuaron como un nivel de despegue y permitieron el deslizamiento y el plegamiento de las rocas detríticas y carbonatadas del Jurásico y el Cretácico.
El levantamiento, la erosión y el aporte de sedimentos a las cuencas sedimentarias fueron tres procesos simultáneos. A finales del Eoceno o principios del Oligoceno (34 M.a.), la Cuenca del Ebro era ya una cuenca endorreica (sin salida al mar) limitada por los Pirineos (en su sentido geológico que también incluye las sierras de Obarenes-Cantabria), la Cordillera Costero Catalana y la Cordillera Ibérica. En los márgenes de la misma se desarrollaron extensos abanicos aluviales que se solaparon unos con otros formando amplios pedimentos. Los ríos, tras dejar las gravas en la parte apical de estos abanicos, llevaron los limos y sales disueltas a la zona central de la cuenca, donde había ambientes palustres, lacustres y, en épocas de mayor aridez, evaporíticos. Al comenzar el Mioceno (23 M.a.) la Cordillera Ibérica estaba muy erosionada y apenas funcionaba como fuente de sedimentos gruesos, aunque sí era una fuente importante de carbonatos, procedentes de la disolución de las calizas, y de sales procedentes del Keuper. Esta es la razón de los depósitos de yesos y calizas lacustres miocénicos en la Cuenca del Ebro, además de una intensa subsidencia de la misma. Al final del Mioceno, en el Messiniense (7,2-5,3 M.a.), en la última fase de la orogenia Alpina, el empuje de la mencionada placa de Alborán cerró la comunicación entre el Mediterráneo y el Atlántico que entonces pasaba por el norte de Málaga y seguía por lo que actualmente es el torcal de Antequera. El Mediterráneo pasó a funcionar como una gran cuenca endorreica donde se depositaron enormes espesores de sales (los sondeos indican que hasta 2.000 m en algunos lugares). Al irse secando el Mediterráneo descendía el nivel de base de los ríos que desde las Cordilleras Costeras Catalanas desembocaban en él. Estos, al irse encajando en sus cauces provocaron una rápida erosión remontante que pronto cruzó la divisoria de aguas e irrumpieron en la Cuenca del Ebro. A finales del Messiniense la Cuenca del Ebro comenzó a funcionar como una cuenca exorreica (con salida al mar).
Aunque la Antártida tenía ya un casquete polar desde el Eoceno, en el hemisferio norte no empezó a formarse hasta el final del Plioceno. La aparición de los homínidos marca el comienzo de lo que conocemos como Cuaternario (2,6 M.a.-actualidad). Durante el mismo la superficie ocupada por el hielo en el hemisferio norte ha ido cambiando con varios episodios de avance de los hielos hacia el sur (periodos glaciares) con otros de retroceso o interglaciares. En el último de ellos, que comenzó hace unos 8.000 años, es en el que nos encontramos actualmente (Holoceno). Los efectos de la última glaciación podemos verlos en la sierra de Urbión, donde hay depósitos de morrenas glaciares y lagunas de origen glaciar, situadas en las zonas excavadas por antiguos circos glaciares. Los numerosos canchales de cuarcitas que podemos observar en el valle del Najerilla están relacionados con los procesos de meteorización por gelifracción en un entorno periglaciar (de mucho frío) cuaternario.
Laguna de Urbión
La Cordillera Ibérica y la Cuenca del Ebro siguen sometidas a grandes procesos erosivos durante el Cuaternario que arrastran los materiales hacia el Mediterráneo. La sedimentación tiene lugar al pie de las montañas o en las llanuras aluviales de los ríos, originando los depósitos de piedemontes o glacis y las terrazas fluviales, respectivamente.
La erosión de las montañas provoca el retroceso de las laderas y la formación de una superficie plana a su pie llamada piedemonte o glacis, donde se acumulan los sedimentos procedentes de esa erosión debida a pequeños torrentes y aguas de arroyada. Los glacis tienen siempre una cierta pendiente de varios grados de inclinación. Prácticamente toda La Rioja se encuentra cubierta por depósitos cuaternarios de piedemonte dispuestos sobre las areniscas y arcillas terciarias. Estos depósitos están formados por gravas y arenas muy poco o nada cementadas por lo que son muy permeables. En estos glacis es donde se cultiva la vid, los olivos o los almendros. Su grosor no es mayor de un par de metros a diferencia de las terrazas que pueden llegar a tener más de 20 por lo que son estas las que acogen los acuíferos aluviales más importantes.
El levantamiento generalizado de Iberia y los descensos del nivel del mar por las glaciaciones han favorecido el encajamiento de la red fluvial y el desarrollo de un notable sistema de terrazas cuaternarias. En el río Najerilla se puede reconocer una secuencia de hasta 7 niveles que se concentran en su margen derecha y se correlacionan con las del río Ebro. Estas terrazas están ocupadas actualmente por polígonos y viñas y la actual llanura de inundación mayoritariamente por choperas y en los pueblos, por el desarrollo urbanístico.
Sedimentos aluviales en una terraza de Anguiano
Otras huellas de la erosión cuaternaria en el valle del Najerilla hay que buscarlas en la barra caliza mesozoica, donde se está produciendo el modelado kárstico por carbonatación. Formas exokársticas como los lapiaces en el puerto de Peña Hincada o en todo el cordal del Cabezo del Santo, dolinas en el Serradero, el cañón calizo de Anguiano… y formas endokársticas dentro de las cuevas…
Para saber más (bibliografía consultada):
1 Casas Sainz, A.M., Gil Imaz, A. & Muñoz Jiménez, A. 1998. Guía geológica del valle del Iregua. Librería General, S.A. Zaragoza.
2 Gil, A., Casas, A., Pocoví, A., Pueyo, O., Ramajo, J., Muñoz, A. & Delgado, M. 2014. Las Conchas de Haro: un paseo de 220 millones de años. Geolodía 2014.
3 Mapa geológico de España. E 1:50.000. Anguiano. 1990. Instituto Tecnológico GeoMinero de España. Madrid.
4 Martínez Catalán, JR. y 16 más. 2010. Geología del Complejo de Cabo Ortegal y de las unidades relacionadas del basamento de Galicia. Guía de campo. Ayuntamiento de Cariño.
5 Meléndez Hevia, I. 2004. Geología de España. Una historia de seiscientos millones de años. Editorial Rueda S.L. Madrid.
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